lunes, agosto 14, 2006

LOS DEMONIOS Y LOS DIAS



Cuando todo está perdido, cuando
nuestro corazón-pobre animal desnudo-
deja su prisión de piel y huesos
y se queda fuera, saltando solo
junto a alguna puerta, en el asfalto
de una carcomida calle cualquiera;

cuando alguien que amamos nos ha dado,
como una limosna manchada,
por única vez, por última
vez, lo que quisimos, ella sola,
y en cambio nos ha quitado todo,

entonces un viento enorme duro nos hiere,
y el recinto hueco del pecho
se nos va llenando, desde el fondo,
de un dolor espeso, de un atole
amargo y salobre, y la garganta
se anuda en el ansia de un contenerlo.

No es lo mismo estar enamorado
que amar.

El que ama, seguramente,
no está solo, sufre de otra manera;
encuentra la paz, se cumple gozoso
pudiendo sufrir por lo que ama.

Pero esta pasión inútil, dañina,
que sólo pretende lo que no puede
tener, que destruye lo que consigue;
esta corrosiva nostalgia
que no llena más objeto que hacernos
morir de rencor y de ternura,
que nos cambia en odio la tristeza,
no tiene razón que la explique.


Algo, sin embargo, he comprendido:
que hay muchos caminos que desconozco
y que no es tan corta nuestra vida.


--Rubén Bonifaz Nuño

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